CAPITULO I
Crónica de una muerte inesperada.
Crónica de una muerte inesperada.
Me encuentro solitario caminando en las avenidas de mi hermosa ciudad, adornadas de luces y flores que me figuran un grandioso cuento de hadas, el sonar de mis pasos con mocasines que una vez fueron un dichoso regalo de navidad, mi andar se me hace agobiante y un poco monótono, me siento en una banca, la calle parece tan solitaria aun viendo las personas y parejas de jóvenes disfrutando de una juventud desenfrenada.
Saco un cigarrillo, lo enciendo procurando quemar la punta lo mas derecho que puedo, entro en un letardo de delirio pensando en cosas que una vez me hicieron tan feliz, después de ver morir el tiempo y viendo caer los minutos cual moscas frente a una lámpara de halógeno tan atrayente como el alcohol hacia un vicioso, la gente deja de pasar con la frecuencia que solía hace unas horas, entonces no se que pensar… De pronto mi mente, mi ser y mi cabeza se desvía hacia una leyenda tan penetrante, frustrante y algo estupida, de hecho es algo de las cosas que aborrezco tanto, la leyenda decía: “hecho un guapo”, la leyenda se me acercaba cada vez mas, no sabia que hacer que decir o bien que pensar, mi mente entra en una encrucijada entre la ignorancia y la concordancia de los hechos que me han venido acosando toda mi vida.
El portador de dicha leyenda era una persona muy peculiar que ami parecer podría ser una de las personas mas magnificas que pisen esta tierra, sin embargo, el color negro de su atuendo y la leyenda de color blanco me incitaban a cometer un error tal vez o bien algo que ayudara a nuestras futuras generaciones, esta persona pasa al frente de mi desfilando sin que nada lo acongoje o bien sin molestar a nadie, me da igual, me levanto de mi banca lo miro a los ojos y solo una cosa me pasa por la mente: violencia y odio, no se que hacer, lo tomo del cuello redondo de su atuendo lo miro a los ojos, sus ojos reflejaban un algo de miedo y desesperación, como sabiendo cual seria el descenlase fatal de esta situación, levanto mi puño que tenia libre en el momento y comienzo a aporrear su rostro con tal fuerza que siento aun poco de remordimiento, golpe tras golpe, sintiendo algo de satisfacción por evitar que demás personas vieran a este tipo desfilar con una leyenda tan estupido coN tales otras que dicen: “pocos somos lo elegido”, “huevos para todos yo pago”, o la peor de todas, “soy naco y que”, maldita sea odio estas personas, solo podía pensar en no dejar de golpear a esta persona que ni su nombre supe, al cavo de 20 minutos me canse de golpear, mis nudillos se hallaban rojos y adoloridos, cuando quise levantar a esta persona me encontré con la dicha, perdón, el infortunio de que no mostraba signos de vida, me sentí asustado algo confundido, pero me sentí tan feliz al ver esas letras blancas llenas de color rojo en gotas y que no dejaba de cesar ese goteo, siento satisfacción al reflexionar sobre mis hechos.
Saco un cigarrillo, lo enciendo procurando quemar la punta lo mas derecho que puedo, entro en un letardo de delirio pensando en cosas que una vez me hicieron tan feliz, después de ver morir el tiempo y viendo caer los minutos cual moscas frente a una lámpara de halógeno tan atrayente como el alcohol hacia un vicioso, la gente deja de pasar con la frecuencia que solía hace unas horas, entonces no se que pensar… De pronto mi mente, mi ser y mi cabeza se desvía hacia una leyenda tan penetrante, frustrante y algo estupida, de hecho es algo de las cosas que aborrezco tanto, la leyenda decía: “hecho un guapo”, la leyenda se me acercaba cada vez mas, no sabia que hacer que decir o bien que pensar, mi mente entra en una encrucijada entre la ignorancia y la concordancia de los hechos que me han venido acosando toda mi vida.
El portador de dicha leyenda era una persona muy peculiar que ami parecer podría ser una de las personas mas magnificas que pisen esta tierra, sin embargo, el color negro de su atuendo y la leyenda de color blanco me incitaban a cometer un error tal vez o bien algo que ayudara a nuestras futuras generaciones, esta persona pasa al frente de mi desfilando sin que nada lo acongoje o bien sin molestar a nadie, me da igual, me levanto de mi banca lo miro a los ojos y solo una cosa me pasa por la mente: violencia y odio, no se que hacer, lo tomo del cuello redondo de su atuendo lo miro a los ojos, sus ojos reflejaban un algo de miedo y desesperación, como sabiendo cual seria el descenlase fatal de esta situación, levanto mi puño que tenia libre en el momento y comienzo a aporrear su rostro con tal fuerza que siento aun poco de remordimiento, golpe tras golpe, sintiendo algo de satisfacción por evitar que demás personas vieran a este tipo desfilar con una leyenda tan estupido coN tales otras que dicen: “pocos somos lo elegido”, “huevos para todos yo pago”, o la peor de todas, “soy naco y que”, maldita sea odio estas personas, solo podía pensar en no dejar de golpear a esta persona que ni su nombre supe, al cavo de 20 minutos me canse de golpear, mis nudillos se hallaban rojos y adoloridos, cuando quise levantar a esta persona me encontré con la dicha, perdón, el infortunio de que no mostraba signos de vida, me sentí asustado algo confundido, pero me sentí tan feliz al ver esas letras blancas llenas de color rojo en gotas y que no dejaba de cesar ese goteo, siento satisfacción al reflexionar sobre mis hechos.